Buenos días, hoy comenzamos la
semana hablando de un problema cada vez más común en la población, hablamos de
la hipertensión arterial.
La hipertensión
arterial es una alteración que conlleva un incremento de la presión arterial. El corazón necesita una presión para
conseguir bombear adecuadamente la sangre y hacer que esta llegue a todas las
células del cuerpo para llevar el aporte de nutrientes necesarios así como
volver de nuevo con las sustancias de desecho que serán eliminadas en
pulmón, riñón e hígado. Posteriormente, la sangre es “oxigenada” en los
pulmones (pasando primero por el corazón) y volviendo al corazón para repetir
el ciclo. Este es un proceso que requiere de un bombeo constante adaptado a la
situación del organismo.
La presión
arterial se considera normal cuando la presión arterial sistólica se encuentra
por debajo de 120 mm Hg y la presión arterial diastólica (situación de reposo
ventricular) es igual o inferior a 90 mm Hg.
Actualmente, el 25% de la población
adulta menor de 60 años posee una presión arterial sistólica de 140 mm Hg o
superior. En España, la población adulta menor de 40 años con esta misma
presión arterial supone un 47% del total de la población.
Si avanzamos en el rango de edad y
nos situamos observando a personas con edades superiores a 60 años, este
porcentaje aumenta representando un 68% de la población.
Y es que la hipertensión es una enfermedad silenciosa, no avisa,
no posee síntomas que alerten salvo cuando ya ocasiona daños como problemas
cardiacos (más frecuentes), accidentes cerebro-vasculares,
afectación nerviosas e incluso es responsable de problemas de insuficiencia
renal. Debido al aumento de la presión de la sangre sobre la pared de los
vasos sanguíneos, va disminuyendo la resistencia de los mismos hasta que llegan
a romperse y causan los daños antes descritos.
La hipertensión
arterial, en ocasiones, viene asociada a la herencia genética; no obstante, la mayoría de la población que
padece esta enfermedad está asociada a las condiciones del medio y a hábitos de
vida.
Llevar una vida muy agitada,
expuesta a constantes situaciones de estrés, alcohol, tabaquismo y/o una
alimentación poco saludable influye en la aparición de problemas
cardiovasculares, empezando por la hipertensión.
Por lo tanto, para prevenir y
reducir la hipertensión, recomendamos empezar por un cambio de hábitos:
- Evitar el estrés.
- En el caso del tabaco, plantearse dejar ese hábito.
- Realizar actividad física moderada, caminar, nadar, etc. 30-40 minutos 3-4 veces a la semana es suficiente para reducir la tensión arterial. Ejercicios de mayor intensidad deberían limitarse en personas que ya padecen de hipertensión (consultar al médico y buscar otras alternativas y cambios de hábitos antes de comenzar a realizar este tipo de actividad), me refiero a actividades tipo levantamiento de pesas, ejercicios más intensos que supondrían una elevación de la presión arterial para conseguir llevar a cabo esta actividad.
- Cambiar los hábitos alimenticios.
Uno de los principales responsables en la
aparición de la hipertensión es el sodio, mineral que forma parte de nuestra vida, el cual
está presente en todas las comidas y, casi siempre, abusamos en su consumo.
Por ejemplo, tras una comida en un restaurante de comida rápida, ¿habéis notado esa sensación de
sed? ¿Esas ganas de beber agua tras la comida? Eso es por la gran cantidad de sal que
estas comidas contienen, no lo percibimos en el sabor pero el cuerpo posee unos
mecanismos que, al detectar esa gran concentración de sal, enseguida da la
“alarma” y bebemos agua para conseguir mantener ese equilibrio que el cuerpo
necesita; tras estas comidas tenemos en nuestro organismo más sodio del que el
cuerpo necesita y, por lo tanto, necesitamos eliminar parte. El sodio se
elimina fácilmente con la orina, por lo que el agua nos ayuda a expulsarlo.
No sólo la comida basura contiene sodio, en las casas también tendemos a abusar mediante
la adición, en ocasiones excesiva, de sal a las comidas, e incluso en la mesa se
tiende a llevar el salero por si alguien necesita darle un poco más de “sabor”.
Por lo tanto, se debería reducir el consumo de sodio evitando las
comidas precocinadas que se venden en los supermercados y la
comida rápida, así como reducir el uso de sal en la preparación de las comidas.
Existen multitud de especias que ofrecen una alternativa variada al uso de la
sal que además, nos permite jugar con los distintos sabores y texturas que nos
ofrecen.
Un mineral muy bien valorado en el control
del sodio en el organismo es el potasio, que ayuda en su eliminación
y equilibra la concentración de dicho mineral en el organismo.
Otros
minerales sobre los que se está estudiando su influencia en el control de la
hipertensión son el calcio y el magnesio.
Posibles mecanismos de acción que justifican la importancia del calcio es
su efecto natriurético.
Y los mecanismos de acción con respecto al magnesio son su efecto
vasodilatador, disminución del tono y contractilidad vascular…
Estas son posibles justificaciones pero que aún están en investigación.
No solo el sodio es el responsable de esta
enfermedad, comidas excesivamente calóricas con una gran proporción
de grasas saturadas son también responsables.
Al final, la mejor forma de prevenir esta,
y muchas otras enfermedades, es una alimentación equilibrada en la
que estén presentes las proteínas, los hidratos de carbono (siempre con un
mayor porcentaje de hidratos de carbono complejos), las grasas (con las
proporciones adecuadas de saturadas, insaturadas y poliinsaturadas) y, por
supuesto, la fibra, un gran regulador del sistema digestivo que nos ayuda para
una adecuada digestión y absorción de los nutrientes.
Con esto me despido, nos vemos en el siguiente post.
Realizado por Tamara Valencia Dueñas
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