¡Buenos días a todos! Hoy os
traemos una nueva noticia relacionada con
la nutrición. Hace ya algún tiempo os contamos en
este post qué era la anemia y
cuáles eran sus causas, que existían 3 tipos según el micronutriente que
faltase, los síntomas y el tratamiento.
¿Por qué hago esta introducción?
Pues bien, la anemia afecta a 1 de cada 4
personas en todo el mundo, es decir, al 25% de la población mundial.
Un joven epidemiólogo canadiense, Christopher Charles, durante una estancia en Camboya observó que los
lugareños estaban cansados a todas horas. Según sus propios testimonios “A
cualquier lugar al que fuera, la gente estaba echada en cada centímetro de
sombra que encontraban. Nadie tenía energía, energía para trabajar, para jugar,
para aprender.” Estas observaciones le hicieron sospechar indicios de
anemia.
Por ello, junto a un equipo médico se dedicó a
examinar a la población y determinó que hasta el 50% de ellos estaban anémicos, subiendo al 90%
si se examinaba al resto del Sudeste Asiático.
La anemia por falta de hierro, “una
condición de salud pública de proporciones epidémicas” según la OMS, en sí
misma no es mortal, sin embargo, sí que puede ser causa de diversas
complicaciones en niños (retraso mental) y mujeres embarazadas (hemorragias
durante el parto), sobre todo. En países
desarrollados puede ser fácilmente controlada a través de la
alimentación y, lo más común, suplementos orales. Pero no es tan sencillo
combatirla en países subdesarrollados donde no existen tantos recursos ni la
disponibilidad de los suplementos de hierro.
Tal y como cuenta Charles, “No
podía descubrir la magnitud de este problema y después marcharme”. Por
ello, solicitó (y consiguió) quedarse más tiempo en Camboya.
Comenzó a
investigar y se le
ocurrió la idea, tras encontrar un estudio (está en inglés) en el que se decía que
en aquellos lugares y en la época en la que se cocinaba con ollas de hierro, la
anemia era inexistente. Esto se debe a que las
ollas durante el cocinado desprenden hierro, el cual al final se ingiere al
comer los alimentos.
Esta olla de hierro le inspiró,
pero las ollas no fueron un recurso práctico ya que son caras y pesadas, además
para los lugareños estas ollas no preservaban tan bien la comida como sus ollas
de aluminio, por lo que no querían utilizarlas. Es por esto, que Charles pensó
otras maneras de poner en práctica este descubrimiento a través de algo mucho
más asequible para sus bolsillos y adaptada al medio local, y llegó a la conclusión de ofrecer a las mujeres que
cocinaban un lingote o bloque de hierro (adaptado) para que lo incluyeran en
sus guisos. Dejándolo durante 10 minutos en el agua de cocción, una
vez al día, estimaba que a barra de hierro proporcionaría el 75% de las
necesidades diarias de hierro.
Después de repartir este lingote,
cuál fue su sorpresa que descubrió a los
pocos días que los locales no estaban dispuestos a meter ese lingote en la olla y
en su lugar lo utilizaban con otros fines. Por ello, tras investigar la cultura del país, dio con
la solución perfecta, darle al lingote una forma de pez, símbolo de buena
suerte para los Camboyanos. Diseñado con la forma de un pez local, de 7 cm de
longitud y de unos 200 gramos de peso, el “Lucky
Iron Fish” se convirtió en el objeto diariamente usado por el 90% de
las personas que lo recibían. Además, recomendó también que se añadiera un chorro de zumo de limón para mejorar y aumentar la
absorción del hierro.
La manera de utilizarlo es simple,
“Límpialo, introdúcelo durante 10 minutos en el agua hirviendo, añade los
alimentos y disfruta de tu plato enriquecido en hierro.”
Después de un año
utilizando este pez, se realizaron nuevas mediciones y los resultados obtenidos
demostraron que cerca de la mitad de las personas que siguieron el
“tratamiento” dejaron de tener anemia. Además, era barato de producir (5$) usando materiales y mano de obra
locales y ofrecían el hierro necesario para una familia entera durante más de
10 años.
Evidentemente, cada lote que se
fabrica y ofrece a las familias es analizado para asegurar que los niveles de
hierro que se liberan no llegan a valores tóxicos para el cuerpo y también para
evitar que haya ningún contaminante.
A los científicos y responsables de
la salud a veces se nos olvida por qué hacemos lo que hacemos y cómo afecta a
las personas. Digo esta frase porque a veces tenemos ideas fantásticas que
ofrecer a la población pero si no sabemos cómo hacer que la acepten (en este
caso ofreciendo simplemente un lingote de hierro o intentando que la gente
utilice las ollas de hierro en lugar de las suyas propias de aluminio), estamos
fracasando. Me parece una noticia inspiradora, y espero que a todos vosotros
lectores también.
Con esto me despido hasta el
próximo día. Un saludo :)
Realizado por Cristina
Vallespín Escalada
Fuentes
BBC.
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