¡Buenos días! Terminamos la semana con una nueva receta fresquita, ideal para esta época del año. Pero antes quisiéramos hablaros de uno de sus ingredientes, el melón.
Los melones (Cucumis melo), son el fruto de la melonera, una planta herbácea de tallo rastrero que, al igual que las sandías, pertenecen a la familia de las cucurbitáceas, amplia familia en la que encontramos otras plantas comestibles como la calabaza, el calabacín, los pepinos y otras tóxicas como el pepinillo del diablo.
La pulpa del melón puede ser blanca, amarilla, anaranjada, asalmonada o verdosa.
Su nombre viene del término griego “melón” que significa “manzana grande”.
El origen del melón se sitúa en el sur de Asia, donde se pueden encontrar especies silvestres. Procede de Irán, desde donde se extendió hacia Egipto, y aquí encontramos alguna de las primeras referencias hacia el 2400 AC. En Europa, los encargados de hacer de esta fruta un alimento popular fueron las culturas griegas y romanas. En los siglos XVI y XVII lo extendieron por América en la que se encontraron zonas con un clima propicio para su cultivo.
En sus orígenes, su tamaño no pasaba del que alcanza una naranja, pero con el tiempo fueron apareciendo variedades más grandes hasta llegar a las actuales.
Existen cientos de variedades de melón, dependiendo de su forma, color, sabor, lugar de origen y mejoras genéticas. Las más conocidas y consumidas en España son: Futuro, Categoría, Piel de sapo, Tendral, Honey Dew, Galia, Charentais y Cantalupo.
Podemos clasificar las distintas variedades según la estacionalidad:
- Melones de verano: melón de piel de sapo, categoría, cantalupo, hogen, galia, charentais o melón de Cavaillón, rock, early Sweet
- Melones de invierno: poseen la piel más gruesa que las variedades de verano; y nos encontramos con el melón tendral y honeydew.
En cuanto a su valoración nutricional, el melón contiene una altísima cantidad de agua (92%) y una cantidad de azúcar (6%) inferior a la de otras frutas, hecho que, unido a que apenas contiene grasa, hace del melón una de las frutas con menor contenido calórico. Su contenido en hidratos de carbono de fácil asimilación le confiere propiedades tanto estimulantes del apetito como saciantes.
Aporta una cantidad apreciable de diversas vitaminas y minerales. Rico en vitamina C, es, junto a la naranja, una de las frutas con mayor contenido en dicha vitamina y folatos.
Cabe destacar también su contenido en provitamina A (b-caroteno), responsable de la tonalidad anaranjada de algunas variedades, que además de transformarse en vitamina A en nuestro organismo, parece ejercer un papel importante en la prevención frente a diversas enfermedades como cáncer, enfermedades cardiovasculares, cataratas y degeneración macular senil, gracias a su capacidad antioxidante y moduladora de la respuesta inmunitaria. La riqueza en estos carotenos, por tanto, van a encontrarse en mayor cantidad en los melones de pulpa más anaranjada, especialmente los de variedad Cantalupo.
También poseen cantidades bastante elevadas de vitaminas del grupo B, entre las que destaca la piridoxina o vitamina B6 cuya función dentro del organismo está en el aprovechamiento de los hidratos de carbono, grasas y proteínas, además de regular el sistema nervioso; y también, niacina o vitamina B3 indispensables para el metabolismo celular y la producción de energía de las mismas.
En cuanto a los minerales, destaca su riqueza en potasio. Es un alimento reconstituyente que promueve la actividad física e intelectual, ya que este mineral mejora el funcionamiento de músculos y nervios; y actúa junto con el sodio, para regular el balance de agua en el organismo, y normaliza el ritmo cardíaco. También encontramos cantidades apreciables de fósforo, hierro y magnesio, por lo que el melón es un producto natural remineralizante.
Su elevado contenido en agua, estimula los riñones para que funcionen correctamente, facilitando la eliminación de sustancias de desecho y toxinas, y mejorando la función renal.
Por su composición general es un alimento que ayuda (dentro de una dieta equilibrada) a mejorar las funciones del aparato circulatorio, por sus propiedades diuréticas previene frente a reumatismos o problemas de gota y, como la mayoría de frutas, previene el estreñimiento.
Ahora vamos a cocinar nuestro plato con melón. Es una receta muy típica de verano que podemos encontrar no sólo en España, sin embargo, vamos a salir de lo ordinario y con una presentación original y una vinagreta exótica vamos a hacer de éste, un plato completamente distinto. Hoy preparamos Abanicos de melón con jamón y vinagreta de frutos secos
- 1 rodaja de melón grande
- 4 lonchas de jamón serrano
- Aceite de oliva virgen
- Vinagre balsámico
- Unas pocas nueces
Cortamos una raja de melón, grande pero no demasiado gordas, y a continuación, las cortamos en dados.
Ponemos las lonchas de jamón serrano extendidas y, sobre cada una, pondremos unos cuantos dados de melón a modo de relleno. Enrollamos cada loncha y las iremos poniendo en una bandeja o fuente alargada en forma de abanico.
Picamos algunas nueces (el tamaño dependerá de vosotros si queréis que los trozos se noten más o menos) y preparamos la vinagreta con ellas. En un bol o vaso, ponemos aceite de oliva virgen y vinagre balsámico, la relación suele ser 3:1 cucharada aunque por supuesto depende de la cantidad, en esta ocasión yo sólo puse 1 de aceite y media de vinagre; las nueces picadas y batimos para conseguir la emulsión. A la hora de servir, regamos por encima del abanico y servimos bien fresquito. Opcionalmente se puede poner un trozo un poco más grande de nuez encima de cada rollito.
Con esto nos despedimos, esperando que esta original presentación os atraiga y la probéis.
Un saludo y feliz fin de semana :)
Realizado por Tamara Valencia Dueñas y Cristina Vallespín Escalada
Fuentes
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