¡Buenos días! Comenzamos una nueva semana y traemos un nuevo invitado a
“Elige bien a tu comensal…”, hoy hablaremos de una bacteria con la que hay que
tener mucho cuidado, hablamos del Clostridium Botulinum.
En general los clostridios son bacilos gram positivos, reciben este
nombre por una prueba de laboratorio “tinción de Gram” y si dan (valga la
redundancia) positivo las bacterias se tiñen de azul o violeta; son
relativamente grandes y forman esporas cuando las condiciones no son
favorables. Podemos encontrar tres tipos de clostridios con efectos tóxicos:
- El grupo Histotóxico: producen hemolisina que destruye células. A este grupo pertenece el Clostridium perfringens, entre otros.
- El grupo neurotóxico: entre los que se encuentra nuestro protagonista de hoy, producen neurotoxinas que van a atacar al sistema nervioso.
- El grupo enterotóxico: producen enterotoxinas que van a atacar al tracto intestinal. Un ejemplo es el Clostridium difficile.
Como hemos dicho anteriormente, esta bacteria es un bacilo grampositivo.
Es difícil eliminarlo sobre todo
cuando se encuentra en forma de espora, ya que esta forma de vida es muy resistente a
las adversidades ambientales, pero se pueden destruir sometiéndolas a calor húmedo a 121oC.
Para que la espora germine y la bacteria se desarrolle, deben darse condiciones de
anaerobiosis, es decir, que haya un ambiente carente de oxígeno. Y
en cuanto a alimentos se refiere, suelen ser foco aquellos alimentos
alcalinos o neutros, más comúnmente en conservas caseras con
procesos de esterilización poco eficaces. Ejemplos de posibles alimentos son las
verduras enlatadas en casa, carne de cerdo y jamón curados, el pescado crudo o
ahumado y la miel o el jarabe de maíz.
Y es en estas condiciones anaerobias cuando el C. botulinumgenera
una serie de neurotoxinas muy “tóxicas”. Es el causante de la toxina
botulínica, una de las más potentes en la naturaleza, cuya
dosis letal en humanos es de menos de 1µg. Esta toxina se adhiere a las uniones
neuromusculares bloqueando la liberación de acetilcolina,
neurotransmisor importante para la activación de las neuronas motoras, por
tanto su bloqueo deriva en una parálisis del sistema motor.
El
proceso de formación de esta toxina puede ocurrir sin provocar cambio alguno en
el sabor, color u olor de la comida.
Las
toxinas son termolábiles, por lo que se destruyen con facilidad sometiéndose a
una temperatura de 100oC.
Botulismo
La relación entre lo que hoy llamamos botulismo y el Clostridium
Botulinum se descubrió en 1897, por el microbiólogo Emile Pierre Marie Van Ermengem, descubrió
que efectivamente existía una estrecha relación entre el consumo de alimentos
en los que se encontraba la toxina producida por esta bacteria y el botulismo.
El que se investigara esta bacteria posteriormente fue crucial, ya que la
industria del enlatado se estaba expandiendo rápidamente y era fundamental
conocer los peligros de estos productos, sobre todo si no se trataban
correctamente.
Aunque es más frecuente que el botulismo se manifieste como pequeños
brotes familiares aislados tras la ingestión de algún tipo de conserva casera,
también se han dado casos de producirse tras la ingesta de productos comerciales
de pescado sin esterilizar correctamente.
Patogénesis
El botulismo se produce por una intoxicación alimentaria, es decir, se enferma a causa de la toxina liberada por la bacteria y no por la
bacteria en sí, en cuyo caso hablaríamos de infección.
La toxina, tras ser absorbida en el intestino, viaja por el torrente
sanguíneo hasta llegar a su lugar de acción, la unión neuromuscular. Allí se
fija en el nervio e inhibe, como hemos dicho anteriormente, la acetilcolina. Este daño en la sinapsis nerviosa es permanente y para
poder recuperarse se requiere de crecimiento de axones presinápticos y, por
supuesto, formación de nuevas sinapsis.
El tipo de
efecto o daño va a depender del nervio al que se enlace la toxina, la cantidad
de toxina ingerida y de su modo de formación pudiendo haberse ingerido
directamente o haberse producido de forma endógena a través de heridas o en el
tubo digestivo. Por lo general, va a producir una parálisis,
primero en los nervios
craneales y después parálisis
motora, pudiendo afectar incluso a los músculos de la respiración.
Se pueden producir daños en el sistema nervioso autónomo dando
como consecuencia arritmias cardíacas o inestabilidad en la presión arterial.
Manifestaciones
El botulismo asociado a alimentos comienza de 12 a 36 horas después de ingerir la toxina.
Los primeros signos son náuseas, sequedad de boca y, en algunos casos, diarrea.
Posteriormente, ocurren los signos asociados a la afectación de los nervios
craneales, visión borrosa o dilatación pupilar, entre otros. La parálisis
simétrica comienza con los músculos oculares, laríngeos y respiratorios,
llegando al tórax y las extremidades. Se puede producir parálisis respiratoria,
el síntoma más grave. La mortalidad es del 10 al 20 por ciento.
Existen dos tipos de botulismo asociados a la síntesis de toxina de forma
endógena tras la ingestión o contaminación de una herida con esporas
ambientales:
- Botulismo infantil: asociado a lactantes de entre 3 y 8 meses de edad. En apariencia, el microorganismo se introduce durante el destete o por medio de complementos dietéticos. Uno de estos complementos dietéticos es la miel, ya que es muy difícil de esterilizar. Las esporas ingeridas producen bacterias vegetativas, que se desarrollan y multiplican produciendo pequeñas cantidades de toxina en el colon del lactante. Sus síntomas cursan con estreñimiento, tono muscular deficiente, letargo y problemas para alimentarse. Además, puede tener parálisis oftálmica y otros síntomas similares a los del botulismo alimentario. El botulismo infantil puede asemejarse al síndrome de muerte súbita del lactante.
- Botulismo en heridas: no suele darse en heridas ya infectadas con otros microorganismos. Generalmente, es un tipo de botulismo asociado a heridas producidas en personas que consumen cocaína, ya sea por su consumo por vía parenteral o por inhalación. Los síntomas son muy parecidos a la intoxicación alimentaria casi siempre empezando por debilidad localizada en la extremidad o zona lesionada.
- Existe otra opción de botulismo por vía endógena, nada que ver con la lactancia o con la formación de heridas. Se produce por la ingestión de las esporas de Clostridium Botulinum con la producción subsiguiente, in vivo, de la toxina de un modo similar al del botulismo infantil.
Se consigue el diagnóstico mediante un examen físico, buscando signos
como:
- Ausencia o disminución de los reflejos tendinosos profundos: la prueba consiste en conseguir una contracción brusca de un músculo en respuesta al estiramiento repentino inducido por un golpe seco sobre su inserción tendinosa.
- Ausencia o disminución del reflejo nauseoso.
- Párpado caído: descuelgue excesivo del párpado superior.
- Pérdida de la sensibilidad o actividad muscular.
- Intestino paralizado.
- Problemas del habla.
- Retención de orina con incapacidad para orinar.
También se busca la identificación de la toxina tomando muestras de sangre o analizando
los alimentos ingeridos para confirmar la enfermedad.
Tratamiento y prevención
Para su tratamiento se suele recurrir a la
administración de grandes dosis de antitoxina de C. botulinum equina; no
obstante, los lactantes no pueden ser tratados con esta antitoxina ya que en
ellos existe una hipersensibilidad relacionada con el origen equino de este
preparado. Para el botulismo en heridas suele recurrirse a fármacos
antimicrobianos. El mantenimiento de la persona con oxígeno es fundamental para
la supervivencia del mismo.
Para su prevención es indispensable la
cocción apropiada en olla a presión o la esterilización en
autoclave durante el proceso de enlatado. Esto junto con el calentamiento de los alimentos a 100oC durante 10 minutos garantiza la
destrucción de la toxina.
Otra opción para inhibir el Clostridium Botulinum es incorporar en los alimentos enlatados conservantes
químicos con
el sorbato, en combinación con nitritos o
polifosfatos.
Los alimentos en latas dañadas o aquellos que presentan
evidencia de presión interna, latas hinchadas, no deberían ni siquiera
probarse.
Para finalizar y como apunte a favor de la toxina botulínica, se ha
desarrollado el llamado Botox. Convertida en sustancia terapéutica, se
usa como tratamiento
para los problemas neuromusculares espasmódicos a través de su
inyección directa en el músculo. No obstante, la cosmética también ha sabido
sacarle partido a esta toxina como reductor de arrugas, muy utilizado por
dermatólogos y cirujanos plásticos.
Con
esto me despido, nos vemos en el próximo post. :)
Realizado por Tamara Valencia Dueñas
Fuentes
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